La Eurocopa del año 2000 fue muy especial para el racinguismo debido a la figura de Pedro Munitis
La Eurocopa de 2000 es muy recordada entre los aficionados españoles. Aquella competición se conoce como la Eurocopa del penalti de Raúl, y es que el delantero del Real Madrid, una de las principales figuras del planeta fútbol por aquel entonces, mandó a las nubes un penalti contra Francia en los cuartos de final.
Aquella Eurocopa también es recordada por el gol in extremis de Alfonso que puso el 4-3 en el marcador frente a Yugoslavia y que sirvió para clasificar a una España que, hasta ese gol, estaba fuera de la pelea por el título.
Munitis, un ciclón en la banda izquierda
También ha quedado para el recuerdo la exhibición descomunal que un diminuto santanderino llamado Pedro Munitis dio en el fatídico partido del penalti de Raúl. Analicemos con más detenimiento su actuación.
Las casas de apuestas súper competitivas otorgaron al combinado galo el papel de máxima favorita para ganar la EURO tras haber conquistado un par de años antes el Mundial. Los franceses contaban en sus filas con jugadores de la talla de Djorkaeff, Vieira, Henry o Zidane; una barbaridad de equipo.
El lateral derecho de Francia era Liliam Thuram, un futbolista inexpugnable, una fuerza de la naturaleza que llevaba varias temporadas siendo considerado como uno de los mejores zagueros derechos del mundo. Frente a él se presentó Munitis, un jugador casi desconocido, pequeño y con poca pinta de futbolista, pero dotado de gran habilidad y velocidad. El duelo tenía visos de ser una especie de David contra Goliath.
Aquel 25 de junio de 2000, la selección española buscó constantemente a Munitis en el costado izquierdo de su ataque, y el santanderino encaró una y otra vez al defensor francés hasta volverlo loco. El propio Thuram afirmó años más tarde que Munitis ha sido el rival más difícil al que jamás se ha enfrentado. El francés ha confesado: «A veces tengo pesadillas con Munitis». Thuram ha llegado a tener una foto del futbolista cántabro en su despacho para, según sus propias palabras: «cultivar la humildad».
El muestrario de recursos técnicos y regates del jugador del Racing de Santander parecía no tener límite y los centrocampistas franceses tenían que ir continuamente a esa zona del campo a tapar las vías de agua que Munitis abría con su desborde. Deschamps y Vieria, dos jugadores con una capacidad defensiva envidiable, tuvieron que trabajar el triple para poder frenar las jugadas del extremo español.
De las muchas jugadas que generó Munitis, la más destacada tuvo lugar en el minuto 36 de partido, solo cuatro minutos después de que Zidane hubiese puesto en ventaja a su equipo al transformar de forma magistral una falta en el borde del área. Alfonso recibió un balón entre líneas y, con sus inconfundibles botas blancas, abrió el juego a la banda izquierda donde apareció, quién si no, Munitis, que entró en el área y, justo cuando Thuram llegó para presionarle, se paró en seco. El defensa francés, que llegó como un tren de mercancías, no pudo frenarse y se llevó por delante al escurridizo extremo. El árbitro del encuentro, el italiano Pierluigi Collina, no dudó a la hora de pitar el penalti.
Mendieta, un especialista desde los once metros no titubeó, hizo buena la jugada de Munitis y puso las tablas en el marcador. Lástima que pocos minutos después, Djorkaeff volviese a adelantar a Francia con un derechazo desde dentro del área.
La actuación del jugador santanderino siguió por los mismos derroteros hasta que el entrenador de España, José Antonio Camacho, decidió sustituirlo en el minuto 72. En su lugar entró el extremo vasco Joseba Etxeberria, otro jugador de desborde que, sin embargo, no tuvo el mismo impacto en el partido que había tenido Munitis. Cuesta imaginar por qué Camacho decidió sacar del campo a Munitis, puesto que el del Racing estaba siendo el mejor jugador español sobre el terreno de juego. Cosas de los entrenadores.
La actuación de Munitis, unida a su fantástica campaña liguera, le sirvió al jugador para que el Real Madrid pusiera sus ojos en él y pagase 2.200 millones de pesetas —una cantidad muy alta en aquel momento— por hacerse con sus servicios.
El once de España frente a Francia
Aquel día España salió a jugar con la siguiente alineación. En la portería Santi Cañizares. Los laterales estaban cubiertos por dos jugadores de mucho recorrido y vocación ofensiva: Míchel Salgado en la derecha y Aranzábal en la izquierda. La pareja de centrales la formaban Paco Jémez y el «Pitu» Aberlardo. La manija del equipo la llevaba Pep Guardiola, un jugador con una precisión tremenda en los envíos. A su lado estaba Iván Helguera, futbolista todoterreno, nacido también en Santander. Y si hablamos de jugadores todoterreno no podemos olvidarnos de quien ocupó a banda derecha: Gaizka Mendieta. La pareja de delanteros estaba formada por la habilidad y el regate de Alfonso Pérez y la astucia, la sabiduría y la pillería de Raúl. Pegado a la banda izquierda aparecía el protagonista de esta historia, Pedro Munitis, que firmó una actuación para la historia que, por desgracia, no pudo tener un final feliz para España.
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